miércoles, 16 de noviembre de 2011

UN ENTIERRO EN VIDA

Mi padre nunca soportó que nadie le diese órdenes, ni tener que dar explicaciones a nadie, así que los trabajos le duraban bien poco, porque en cuanto tenía la más mínima discrepancia con alguien dejaba el trabajo así sin más. Los años de noviazgo iban pasando y mis padres no tenían ahorros para hacer planes de futuro, pero aún así, decidieron casarse en el año 1965. Como no podían permitirse ni siquiera alquilar una vivienda, se fueron a vivir con mis abuelos paternos. Mi madre estaba trabajando en un taller de costura, pero por aquellos años, lo habitual era que cuando una mujer se casaba, dejase de trabajar fuera de casa para dedicarse exclusivamente a las tareas del hogar, y eso fue lo que hizo. Mi padre trabajaba entonces en un taller de reparación de televisores.


Mis abuelos paternos les dejaron una habitación del piso en el que vivían, en la que apenas cabían los muebles del dormitorio de matrimonio. Mi abuelo tuvo que hacer una obra en el piso para desplazar uno de los tabiques de la habitación y que fuese así más amplia para poder acoplar los muebes del dormitorio que él mismo les compró como regalo de boda. En aquel piso vivía también el hermano menor de mi padre, que todavía estaba soltero. Demasiada gente en una misma vivienda con unos recién casados.


Mi madre no podía comprarse un traje de novia, así que se casó con uno prestado. El coche de los novios era alquilado. Un compañero de trabajo de mi padre les preparó un pequeño banquete en su propia casa con unas tapas y algunas bebidas. Por supuesto, no hubo viaje de luna de miel ni nada por el estilo. No sé exactamente qué pasaba por la cabeza de mi madre en aquellos momentos. Ella siempre decía que estaba muy mal en su casa y que quería salir de allí. Pensaba que casarse sería la solución a todos sus problemas, pero en realidad fue justo lo contrario. El día de su boda mi madre, sin saberlo, no celebró su boda, sino su entierro en vida. Pasó de estar encerrada en su casa, a estar encerrada en casa de sus suegros. Si antes de casarse mi padre ya la controlaba, ahora pasó a tener un dominio absoluto sobre ella, su dueño y señor hasta la muerte.