viernes, 14 de septiembre de 2012

MI PADRE NOS MANTENÍA AISLADAS A MI MADRE Y A MÍ, PROHIBIÉNDONOS Y PRIVÁNDONOS DE CUALQUIER RELACIÓN SOCIAL CON FAMILIARES O AMIGOS POR MÍNIMA QUE FUESE

La privación social en los niños afecta a largo plazo su función cognitiva

 

Un estudio publicado en «Science» señala que el aislamiento evita que maduren las células que forman la materia blanca del cerebro, y que se produzca la cantidad adecuada de mielina

 

Un creciente cuerpo de investigación muestra que los niños que sufren negligencia grave y aislamiento social experimentan impedimentos cognitivos y sociales en la edad adulta. Ahora, un nuevo estudio del Hospital Infantil de Boston, publicado en «Science», ha demostrado cómo surgen estas alteraciones funcionales: el aislamiento social durante la vida temprana evita que maduren las células que forman la materia blanca del cerebro, y que se produzca la cantidad adecuada de mielina en las fibras nerviosas. 

El estudio también identifica la vía molecular implicada en estas anomalías, mostrando que es interrumpida por el aislamiento social, y sugiriendo que podría ser, potencialmente, tratada con medicamentos. Por último, la investigación indica que el momento de la privación social es un factor importante en la causa del deterioro cognitivo, informa Efe. 

Los investigadores, dirigidos por Gabriel Corfas, y Manabu Makinodan, ambos del Centro de Neurobiología F.M. Kirby del Hospital Infantil de Boston, tomaron como modelo las carencias sociales en ratones, poniéndolos en aislamiento durante dos semanas. Cuando el aislamiento se produjo durante un 'periodo crítico', comenzando tres semanas después del nacimiento, los oligodendrocitos no consiguieron madurar en la corteza prefrontal, una región del cerebro importante para la función cognitiva y la conducta social. 

Como resultado, las fibras nerviosas mostraban revestimientos más delgados de mielina —que es producida por los oligodendrocitos— y los ratones mostraron alteraciones en la interacción social y la memoria de trabajo. Estudios en niños criados en instituciones donde el descuido era evidente, como otra investigación reciente del Hospital Infantil de Boston, muestran cambios en la materia blanca de la corteza prefrontal, pero el mecanismo de los cambios aun no estaba claro. 

Células gliales

 

Ahora, el nuevo estudio se suma a un creciente cuerpo de evidencia de que las llamadas células gliales, incluidos los oligodendrocitos, hacen algo más que sólo ser neuronas de apoyo: también participan activamente en la creación de los circuitos del cerebro que reciben influencia del exterior. Según Corfas, líder del estudio, «estamos demostrando que las células gliales también se ven influenciadas por la experiencia y que este es un paso esencial para el establecimiento de circuitos neuronales normales y maduros»

La mielina es esencial para la velocidad y la eficiencia de la comunicación entre las diferentes áreas del cerebro, por lo que la disminución de la mielinización puede explicar los déficits sociales y cognitivos en los ratones. Corfas había demostrado, previamente, que la mielinización anormal altera la señalización dopaminérgica en el cerebro, lo que podría proporcionar una explicación alternativa para los resultados obtenidos en el nuevo estudio. La nueva investigación también mostró que los efectos del aislamiento social dependen del tiempo. Si los ratones eran aislados durante un periodo determinado de su desarrollo, no podían recuperar la funcionalidad normal incluso cuando se pusieron de nuevo en un entorno social. 

Por último, Corfas y sus colaboradores identificaron una vía de señalización molecular a través de la cual el aislamiento social conduce a la mielinización anormal. Los cerebros de los ratones socialmente aislados tenían menos neuregulina-1 (NRG1), una proteína esencial para el desarrollo del sistema nervioso; además, cuando los investigadores eliminaron un receptor de NRG1, conocido como ErbB3, de los oligodendrocitos, el efecto fue el mismo que el del aislamiento. 

«Estas observaciones indican que los mecanismos que encontramos son necesarios para que el cerebro se beneficie de la experiencia social temprana», apunta Corfas. Actualmente, el laboratorio de Corfas está desarrollando fármacos para estimular el crecimiento de mielina, apuntando al receptor ErbB3 o a las vías relacionadas. Una serie de trastornos neuropsiquiátricos, tales como la esquizofrenia y los trastornos del estado de ánimo, han sido relacionados con cambios patológicos en la materia blanca y la mielinización, y a perturbaciones en la vía de señalización de NRG1-erbB; por lo tanto, los resultados de este estudio pueden ofrecer un nuevo enfoque para estos trastornos.



Cómo hacer felices a nuestros hijos

 

Dar afecto y apoyo, dedicar tiempo a los hijos, hablar con ellos, establecer normas... Son las pautas del buen trato a los niños 

 

Son los pilares de la crianza, educación y felicidad de nuestros hijos. Los principios que los padres nunca deben olvidar para que los niños desarrollen su personalidad, en equilibrio y armonía, y tengan un futuro. Un decálogo de consejos que además ayudarán a que los padres hagan su trabajo mucho mejor cada día. 

No son normas nuevas, ni desconocidas, pues figuran es una recomendación europea por sus efectos beneficiosos sobre el desarrollo de los niños. Y son de sentido común, pero en la vorágine del día a día muchas veces se dejan de lado. Por eso, nunca está demás recordarlas, como han hecho un equipo de multidisciplinar de expertos en la «Guía práctica del buen trato al niño»

Psicólogos, pediatras, pedagogos, trabajadores sociales y hasta policías, con el aval de diferentes sociedades médicas, nos dicen cómo tratar bien a nuestros hijos desde que nacen y hasta los diecinueve años en todos los entornos posibles: familia, escuelas infantiles, colegios, institutos, hospitales, en juzgados, en los medios de comunicación...

He aquí los cimientos que la familia debe ofrecer a diario para hacer feliz a sus hijos: 

1. Proporcionarles afecto y apoyo. «Nuestros hijos quieren abrazos, caricias... que empaticemos con ellos. Así les damos seguridad», comenta Jesús García Pérez, coordinador de este trabajo y jefe de la Unidad de Pediatría Social del Hospital Niño Jesús de Madrid. Mantener una actitud amable y cariñosa, a la vez que firme y consciente, ayuda a establecer una relación de confianza y amor entre padres e hijos. Y eso proporciona a los niños (futuros adultos) autoestima, alegría, les ayuda a tolerar mejor las frustaciones, afrontan mejor las situaciones difíciles... Para ello se puede empezar jugando con los niños, intentando comprender lo que quieren decir, agradeciendo su ayuda y esfuerzo, compartiendo con ellos sentimientos y opiniones...

2. Dedicar tiempo para interaccionar con los hijos. Los expertos aconsejan estar tranquilos cuando estemos con los hijos, ya sea en el coche o andando de camino al colegio, cuando les llevemos al pediatra, haciendo la compra o las tareas domésticas... Se trata de disfrutar de la compañía en cualquier circunstancia ya sea ordenando un armario, poniendo la mesa o jugando con los peluches o los videojuegos, o viendo juntos la televisión...

3. Comprender las características evolutivas del comportamiento de los hijos a cada edad determinada. Es la mejor forma de entender las reacciones que tienen los niños y adolescentes. Hay comportamientos que son propios de una edad, conocerlos nos ayudará a saber reaccionar sin necesidad de enfadarnos, reñirles o castigarles. Por ejemplo, a los tres años es típico que se nieguen a colaborar con los padres: esto indica que están empezando a construir su propia personalidad.

4. Comunicarse abiertamente con los niños, escuchar y respetar sus puntos de vista y promover su participación en la toma de decisiones y en las dinámicas familiares. Y en esto también puede ayudar mucho valorar sus capacidades y su potencial con frases como: «Veo que has avanzado mucho en esta tarea» o «Es estupendo que hayas llegado a la hora que acordamos».

5. Establecer límites y normas según la edad para orientar el adecuado comportamiento de los hijos. Y eso empieza desde la más tierna infancia. Cuando exploran o experimentan se les pueden olvidar las normas. Muchas veces no están retando ni tienen intención de molestar, y otras sí. Pero reaccionar con gritos, riñas y amenazas solo puede conllevar que los niños también reproduzcan estos comportamientos. Cuando crecen incluso conviene comentar y decidir con ellos cuáles son las normas y las consecuencias que conlleva su incumplimiento.

Esta guía aconseja otros libros que pueden asesorar en la educación de los hijos:



«Educar en Familia. Guía para formadores y para padres y madres». Colección Acción Familiar

 

 

 

Publicado en Diario ABC
13 y 14-09-2012 

 

 

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